miércoles, 8 de abril de 2009






MI EXPERIENCIA DE DIOS

El desafío de docentes y estudiantes es transformar la escuela en lugar de evangelización de la cultura y de inculturación del Evangelio. Desafío que se asume como acto educativo que acerca al misterio de la Encarnación de Dios en clave de salvación, de principio a fin, en actitud de asombro y respeto como quien pisa tierra sagrada; territorio humano, henchido de sorpresas y promesas, mundo de la escuela como comunidad humana, territorio de formación y de saber, mundo del Evangelio, de la Palabra hecha carne que se celebra como banquete que anticipa vida abundante, manifestación del Reinado de Dios.

La idea de escribir sobre la experiencia de Dios parte de descubrir el hecho religioso como tal, porque esta forma parte del universo real natural y humano, porque la vida cultural del ser humano es también vivencia religiosa. La religión es una experiencia, una práctica, una vida que se manifiesta en acontecimientos, comportamientos, documentos, lugares y en la conciencia creyente, personal y colectiva, privada y pública de hombres y mujeres. La experiencia religiosa se expresa en un conjunto de elementos de tipo histórico, cultural, doctrinal, ritual, social que constituyen la fe objetiva, es decir, la evidencia objetiva de una evidencia subjetiva.

Desde la Conferencia Episcopal de Colombia es definida así: “La experiencia religiosa, es aquel modo particular de comprender, sentir, contemplar, expresar, representar y disfrutar el mundo y la vida desde la fe religiosa. Acogiendo una visión orientadora dada por todas las áreas, podemos decir que la Educación Religiosa consiste en pasearse por ese mundo para descubrir cómo se vive y se da sentido a la vida desde lo religioso”.[1]

En ese ambiente del estudiante de pasearse por el mundo de la vida, es de gran importancia que los educadores contribuyan a identificar el conjunto de procesos que forman parte del desarrollo espiritual y religioso, y en particular aquellas competencias que denotan capacidad en los estudiantes para saber desenvolverse en el contexto particular del problema religioso y para usar el saber religioso en contextos vitales.

Para vivir esa experiencia religiosa, la experiencia de sentir a Dios como un ser vivo y actuante en la vida del ser humano, es necesario despojarse, abrir la mente y el corazón para que Él entre y actúe. Es liberarnos de lo que nos ata, de lo que nos impide expresarnos como somos, es dejar que nuestro ser vaya genere apertura a otros espacios para que el Espíritu de Dios cree y recree nuestro ser.

Es sentir que el punto de partida del proyecto de vida es JESUCRISTO, como personaje que atrae y enriquece cada uno de los procesos de nuestra existencia. Como aquel que nos enseña a reconocernos como seres históricos y por tanto corresponsables con el mundo que habitamos. Nos enseña a reconocer que la familia es la fuente de todos los aprendizajes que como seres humanos debemos adquirir y practicar, a ser verdaderos hijos, a ser hermanos y ayudarnos mutuamente. Y es Jesús quien exige de nosotros que actuemos en consecuencia a su ejemplo, que seamos sujetos evangelizadores, que anunciemos a tiempo y a destiempo lo que su Espíritu nos sugiere, y podamos proyectar hacia lo familiar y lo social toda nuestra vida, nuestra riqueza espiritual, que nos hagamos conscientes que la misión evangelizadora es responsabilidad de todos los que creemos en Él, y por tanto, todos los espacios en los cuales se desenvuelve nuestra vida deben ser permeados por su presencia y su acción.

Para los jóvenes la experiencia de Dios comienza con algo inesperado y desconcertante. Un encuentro como el de aquel joven Moisés, al mando de su pueblo, ve una zarza ardiendo sin consumirse. Este fenómeno anormal es como un panel indicador que remite al ser humano más allá de su universo habitual y le dirige hacia otro nivel de existencia. Es como un signo de interrogación que deja presentir un mundo desconocido donde las leyes no son las mismas que las que gobiernan la vida cotidiana.

Desde esta perspectiva hay que recordar que el término experiencia nos lleva a pensar en lo inesperado, en el misterio, en aquello que no conocemos pero que podemos descubrir y conocer, es algo así como el ensayo – error.

Hoy hago un llamado a todos, para que nos acompañemos en la formación espiritual y en la vivencia de la fe que como cristianos debemos tener, para que crezcamos en nuestra EXPERIENCIA DE DIOS.
Dios les acompañe y haga posible para ustedes ser felices desde su cotidianidad.
[1] CONFERENCIA EPISOCPAL DE COLOMBIA. Escuela y Religión. Bogotá, 200 Pg. 25